Recuerdo su voz, su cara, sus pasos de baile y sus piernas (que ella odia a falta de mi entendimiento). Nos encontrábamos en esas ocasiones en las que muchos hombres se sienten expuestos, bailando. Siempre me he sentido cómodo con la manera que veo a las mujeres en mi entorno pero eso no significa que ellas se sientan cómodas con la interacción sin palabras que tiene esta acción. Con el tiempo he intentado tener conciencia de ello y activamente controlado lo que a ellas las hace sentir incómodas y con la mano en mi corazón espero estar haciendo esto correctamente.
Ella no es una de las mujeres que tuvo un problema por verla. Supongo que esa es la diferencia entre el consentimiento y la negación del mismo.
Aceptó mi invitación a bailar, estar cerca y platicar. Todo con el paralelismo físico necesario del cortejo que es unilateral. Unilateral digo porque más tarde esa misma noche ella me dijo que tiene una pareja.